El banco estaba atestado
de gente. Era primero de mes y a todo el
mundo le urgía el dinero.
A penas se notaba el calor
que hacía en la calle, pues el aire acondicionado estaba a máxima potencia,
sentía un frio fuera de lugar en el mes de julio.
Al principio andaba un
poco perdido, pues desde que operaba por internet, pisaba poco el banco.
Descubrió al fin una
maquinita impersonal que le daba distintas opciones para sacar un número. Tuvo
que leer con mucha atención para saber cuál de ellas elegir.
Como había mucha gente, se
sentó en un cómodo banco acolchado a esperar su turno.
Miró las pantallas
centrales que parpadeaban continuamente, cambiando de número en cada parpadeo.
Comprobó que todavía le quedaba mucho tiempo para su turno.
En el aire se mezclaban
ruidos y olores. Voces cruzadas que generaban una conversación imposible. Olor
a papel, a colonia, de pronto le invadía una oleada de humanidad. Todo
presidido por una potente luz artificial que le confería al entorno un mono
tono color apagado.
Llamó su atención el
inconfundible sonido que producen las llaves al chocar unas con otras, estaba
de espaldas, al principio no reparó mucho en él.
Miró de nuevo la pantalla,
su número estaba a punto de aparecer. Se levantó y se dirigió al pasillo central,
atento a la pantalla no se dio cuenta de que alguien estaba a su lado.
Al instante apareció su
número en la pantalla. Con paso seguro se acercaba a la ventanilla, cuando se
percató que junto a él caminaba un joven de su misma estatura, de igual complexión
física, los mismos andares, incluso la ropa era igual, ¡iban vestidos iguales!
Vaqueros y polo de color azul…cuanto más se fijaba, más detalles coincidían.
Mismo corte de pelo, mismo perfil. Se miraron sólo unos segundos, parecía que
se estaba mirando en un espejo.
Su atención estaba más en
aquel hombre que en la pantalla. Le
extrañó su actitud, porque se diría que estaba convencido de que era su turno
Se quedó helado cuando al
llegar a ventanilla se le adelantó un paso y oyó como decía su nombre, su
dirección su D.N.I. y sacaba su dinero.
Paralizado, no le salía la voz del cuerpo para decir que aquel individuo tan parecido a él, y que se hacía pasar por él, mentía.
Se quedó inmóvil delante de la ventanilla, viendo marchar…al tipo que le había robado su vida.
Texto:Pepa Cid
Uff!!! Creo haber leído bien entre líneas... pero espero estar equivocado, "suplantación de personalidad"?? (Éste relato tiene truco...)
ResponderEliminarUn besazo Jimena
es un final abierto, que cada uno saque sus conclusiones Juan, pero la realidad a veces, bueno a veces no, casi siempre, supera la ficción. Un beso amigo
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