AMIGO DE INFANCIA
Me pierdo en la memoria de
aquellos cálidos días de verano, aquellos días que la calle era nuestra. Campo
de batalla, territorio conquistado, escenario de nuestra imaginación
inocente, perseguidos por romanos o cualquier
tipo de enemigos que nos hacían correr calle abajo como alma que lleva el
diablo.
Que atrás quedan aquellos
días, aunque puedo recordarlos como una nítida imagen en blanco y negro.
Éramos compañeros de
aventuras…más bien de travesuras en esas largas tardes de verano en las que
tardaba tanto en anochecer.
Cuando el tiempo…era solo
eso…tiempo, y no corría ni rápido ni lento…solo pasaba. Aunque no éramos
conscientes de ello.
Imágenes idílicas pulidas
por el polvo de los años, que cubrió lo feo, y sólo queda un hermoso recuerdo
de infancia, días grabados como una película.
Aún recuerdo como si fuera
ayer esos aprendices de vida, poniendo en órbita cerillas de cera y papel plata
(el que venía en la envuelta del chocolate), quemándonos algún que otro
dedo…las partidas de canicas…(canicas robadas a nuestros hermanos mayores) y la
curiosidad que nos llevaba más allá de los límites permitidos. Mil y una
fechoría imposible que la lógica infantil argumentaba para pasar una tarde de
verano.
Atrás quedaron tantas
imágenes en ese pozo que es la memoria… imágenes perdidas en algún recóndito
lugar que es el olvido. Las recuerdo hoy con más nitidez que nunca, rescatadas,
renovadas, conservando el aroma de aquella época.
Inexorable el tiempo
siguió pasando y nos fue esculpiendo a
golpe de cincel y soplo de brisa. Y cada uno labró su camino y a la vez su
destino.
La vida se encargó de
poner las cicatrices; las que se ven pero no duelen en el cuerpo, las
invisibles más dolorosas en el alma.
Y en el rostro surcaron
las arrugas muestra de sabiduría pienso sonriendo.
Sonido sordo de violín
vibra en el aire melodía de esperanza que con un acorde triste nos acaricia el oído.
Hoy siento que te hemos
perdido, pero te recordamos, seguro que nos estás mirando sonriendo, con esa
sonrisa de pícaro que ponías…y esa es la imagen que quedará en nuestro
recuerdo, como hijo, como hermano, como amigo como compañero de viaje. Adiós amigo, nos volveremos a
encontrar en el camino.
Foto y texto: Pepa Cid
Muy bonito, ya sabes que te animo en esta preciosa labor que es la de escribir, me encantó lo que nos diste para Suspiros de copla y un bolero de amor.
ResponderEliminarMuy bonita, Pepa.
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