No le comentó nada de lo sucedido, de momento prefería
digerirlo y analizarlo, luego ya vería. De vuelta a su casa no dejaba de darle
vueltas al asunto. Recordó de pronto aquellas visiones que en ciertas ocasiones
tenía al tocar algunos objetos, había perdido los recuerdos en el tiempo, y de
pronto se agolpaban como si hubieran sucedido en ese instante.
Le dio un vuelco el corazón, recordó que en una de esas
visiones tocaba el llamador de la puerta de su abuela, y recobraba vida un
pequeño dragoncito, este entero,no solo el rostro, que maullaba como un gato. Recordaba el eco
por toda la casa y a veces lo escuchaba aún sin tocar el llamador, como si la
noche fuera su aliada y saliera a pasear su pena y su tristeza, vagando sin
consuelo en noches de luna llena.
¡Cómo era posible que hubiera olvidado ese recuerdo!
Se pasó toda la noche dando vueltas en la cama, con un
sueño espeso en el que se iban mezclando realidad y fantasía; dragones, lunas,
olores, músicas, tormentas… combinaciones absurdas que solo su subconsciente
entrelazaba como piezas deformes de un rompecabezas que no encajaba.
Cuando parecía que ya descansaba, sonó el timbre del
despertador, un zumbido agudo que atinó a parar de un golpe seco.
Tenía sentimientos encontrados. Por un lado no quería
volver a la casa, pero por otro, ya había decidido que el llamador del dragón
era lo que quería comprar.
Llamó por teléfono a Lara, no quería dar la sensación
de estar ansiosa por volver a la casa. Quedaría con ella para tomar un café, y
de forma casual, sacaría el tema.
-¿Lara?
-¿Sí?
-¿Tienes planes para esta tarde? –Le preguntó
intentando ocultar su ansiedad.
- No, tengo la
tarde libre. Pensaba ir a pasear.
-¿Te apetece que nos tomemos un café?
-Sí, así te cuento las últimas novedades.
Luna salió dispuesta a quedar con Lara para volver a la
casa, aunque no sabía aún la estrategia que utilizaría para que pareciera una
situación natural, no forzada.
Después de saludarse, se sentaron en su velador
preferido, en el de la esquina de la izquierda, en esa plaza siempre tan
bulliciosa. Después de ponerse al día, aunque sin ningún entusiasmo, de los
modelitos que se había comprado Lara, del amigo nuevo que tenía, y de los
cotilleos del trabajo, salió el tema; de manera casual como había planeado Luna.
-¿Te acuerdas de los dueños de la casa de la que te
hable? –Dijo Lara-
-¿Qué casa, que dueños? -Se hizo la despistada, como si
no supiera de que le estaba hablando.
-Del matrimonio que ella es oriental –aclaro Lara.
-Ah sí, dime ¿qué pasa con ellos?
-Se van de inmediato, no pueden quedarse más tiempo.
Luna la miraba como distraída, no quería aparentar que
estaba ansiosa por preguntarle los detalles.
-¿Ocurre algo?- Luna lo preguntó sin ninguna convicción
-No, simplemente han decido que su tiempo aquí ha
terminado.
-¿Y qué van a hacer con la casa?
-De momento nada, yo seguiré enseñándola y haciendo
propaganda de ella, hasta que la vendan. Ya está en manos de una inmobiliaria.
¿Te apetecería volver? Al final no cogiste nada, había un llamador que te
gustaba ¿no?
- Sí, pero no sé, tengo
mis dudas sobre él.
- ¿Quieres verlo de nuevo?
-¿me llevarías otra vez?
-Este sábado no trabajo
por la mañana, ¿tienes un hueco? Si quieres quedamos.
Se encontraban de nuevo ante la casa, la calle seguía
igual de vacía que aquella primera tarde.
Por mucha calma que quisiera aparentar, a Luna se le
notaba inquieta, pero Lara no quiso decir nada.
Tras entrar, otra vez le invadió eso olor rancio de
lugar cerrado. Todo estaba tal cual lo habían dejado. Más polvo si cabe en los
estantes ya medio vacíos. No se fijó en ningún objeto más. Se dirigió
directamente al llamador, convencida de llevárselo.
Se subió en el banquito colocado para ese propósito para
cogerlo, pero al tocarlo… volvieron a su mente imágenes de dragones… No era de noche, tampoco de día, había una
luz extraña, se encontraba en medio del mar, en el centro de una gran tormenta,
no entendía nada, no había nada, solo mar y dragones de agua. No parecían
extrañados por su presencia.
Caía una lluvia
torrencial, y los truenos sucedían a los relámpagos a gran velocidad, tenían encima la tormenta. No era tierra firme
¿estaría en un barco? no lo parecía…de pronto vio como sobresalía por encima del
agua, sobre algo que se movía y elevaba
sus pies…¿Un dragón? ¿Realmente estaba subida encima de un dragón?...
Esto es de locos pensó. Pero lo más curioso de todo, es
que no tenía miedo, que estaba tranquila, y al dragón tampoco le importaba
mucho que estuviera en su espalda. Giró la cabeza hacia ella, y aunque
pareciese increíble ¿la estaba mirando con ojos tiernos? Cerró los ojos con la
esperanza de que cuando los volviese a abrir todo hubiera sido un sueño. Pero
al abrirlos, descubrió que no era un sueño, que ahí seguía la tormenta, y ella
en medio de la nada sobre un dragón. Llegó a pensar que había perdido el
juicio, que había estado demasiado obsesionada y ahora la razón le estaba
haciendo una mala pasada. ....
CONTINUARÁ...
Foto y texto: Pepa Cid.
Qué extraño, ¿por qué le sucede eso? tengo ganas de saberlo... Sigo...
ResponderEliminarEsperando la continuación me quedo......
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