EL
ASCENSOR
Solo entrar en el viejo
edificio, me dio mala sensación. No se si por los desconchados de la
pared o la cara de pocos amigos de la portera.
Cuando nos vió entrar, nos preguntó de muy malos modos,
que dónde nos creíamos que íbamos.
Paramos en seco y dejamos pasar unos segundos antes de
empezar a hablar. Mi madre, serena, y segura de sus palabras contestó
lacónicamente: -al sexto D-
La portera que además de agria parecía un poco sorda,
replicó con una voz chillona –que a mí me pareció impropia para una mujer de su
edad- -¿Queeeeé?.
Mi madre, mientras abría la puerta
del ascensor respondió: -le he dicho que vamos al sexto D- tirando de mí con la
otra mano para meterme en él.
Cuando el ascensor empezó a elevarse, aún se oían las
voces de la portera resonando con un eco sordo e ininteligible.
Con una lentitud pasmosa ascendíamos y ahora solo se
escuchaban las poleas que tiraban de los cables…¿sólo los cables?
Un ruido continuo, una especie de zumbido se metió en
mis oídos, el ascensor se detuvo. Creí que habíamos llegado. Empujé la puerta,
pero no se abría. Sin perder la calma, tras unos segundos, lo intenté de nuevo,
pero la puerta seguía sin abrirse.
Pulsamos el botón de alarma y esperamos respuesta, pero
no llegaba.
De nuevo escuchamos las voces de la portera, con más
fuerza si cabe, pero seguíamos sin entender lo que decía.
No sé el tiempo que pasamos dentro, hacía un calor
sofocante, y el aire era tan denso que se podía masticar, casi irrespirable.
Mezclados con sus palabras, se escuchaban golpes secos…
y por fín la puerta se abría.
Los bomberos nos tendían una cuerda a modo de escalera,
pues el ascensor se había quedado entre dos pisos.
Primero salí yo, mi madre me ayudó, y luego la sacaron
a ella. No sabía en qué piso estábamos.
La portera nos miraba, nos hablaba, gesticulaba…pero no
entendía nada.
A juzgar por la cara que puso mi madre parecía que ella
tampoco. Noté una chispa de inquietud en su mirada a la vez que mi cuerpo se
tensaba.
Frente a una puerta envejecida por el tiempo y el
abandono, nos encontrábamos mi madre y yo, dispuestas a pasar pero… detrás de
la puerta…no había nada.
Texto de Pepa Cid
Querida Pepa, tengo que presentarte a un amigo mío que se llama Pedro, entre los dos podéis compartir libro de máxima sensibilidad y publicar de una vez. De verdad que admiro tu capacidad para transmitir sensaciones a través de las palabras.
ResponderEliminarUn besazo enorme querida amiga
gracias juan, espero que me lo presentes...y quien sabe jeje. Tus palabras me animan a seguir. besos.
ResponderEliminarUn maravilloso texto...que pudimos emitir en ArialBook gracias a la generosidad de Pepa...Gracias, Juan un abrazo.
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