viernes, 26 de diciembre de 2014

LAS VOCES ERRANTES



Atraída por el título, y por la buena prensa que le precedía, me decidí a comprar  este libro.
Una historia  de violencia de género o malos tratos, igual da como lo denominemos, narrada con un estilo muy directo en primera persona, con desgarro, con crudeza pero con prosa amable sin dejar de lacerar como cuchillo punzante  el alma y despertar tu rabia. Aunque también a medida que te vas adentrando en la historia, te provoca un sentimiento de compasión hacia el protagonista, como víctima de sus propios fantasmas.
Amador, el protagonista de esta historia, asiste al despertar en su interior de unas voces que lo ayudan a soportar su terrible niñez eludiendo así la realidad. Pero esas voces se hacen tan fuertes que lo dominan, incluso llegando a poner a prueba la estabilidad que había alcanzado con su matrimonio.
Angustias, su mujer, viendo que peligra su vida y la de su propio hijo, y a pesar de estar muy enamorada de Amador, decide abandonarlo hasta que logre controlar "esas voces".
En su titánico esfuerzo por ir apagando esas voces Amador descubre su pasado más oscuro y sobrecogedor, olvidado en algún estante de su memoria.
A pesar de la novedosa terapia a la que voluntariamente se somete, no logra acallarlas, viéndose en un callejón sin salida...el final...sorprendente y agridulce deja lugar a la esperanza...pero eso...debéis descubrirlo vosotros...
...Cuando terminé de leerlo, necesité algunos días de reflexión; no me abandonaban las escenas que en él se narraban, estaba sobrecogida. Hacía tiempo que no me había impactado tanto una historia así . Por lo que sin lugar a dudas os recomiendo que lo leáis.


Gabriel Aura Borrajo Nació en Alcoy. Es diplomado en turismo, 
melómano, devorador de libros y escritor. Esta es su primera: Las Voces Errantes

viernes, 31 de octubre de 2014

ESTACIÓN DESTINO

ESTACIÓN “DESTINO”
María estaba cansada de su existencia, gastada de vivir. Sus pasos la llevaron a la vieja estación de ferrocarril, en esa parte de la ciudad que siempre está cubierta por el intenso gris de la tristeza.
A medida que avanzaba, sus pensamientos se iban desordenando en su cabeza, y su memoria arriaba las velas en el olvido de sus años.
Llegó a tiempo de coger su último tren, ese que no necesita billete, ese que el revisor hace la vista gorda, ese del que jamás podrá regresar; al menos como partió.
Sintió desprenderse un trocito de corazón, el que no fue capaz de guardar bajo la coraza de la indiferencia. El que había disfrutado de las caricias más tiernas se quedaba allí, anclado en el andén recordando su  pasado, esperando su regreso.
No estaba sola, otras almas perdidas vagaban por la estación. Auténticos desconocidos hermanándose para emprender el mismo viaje.
Caminaba hacia las puertas del tren, como si alguien manejase los hilos de su vida. Hacía tiempo que no pensaba nada por sí misma, sencillamente se dejaba llevar.
Se acomodó en un compartimento que estaba vacío, aunque pronto empezaron a ocuparse sus asientos. No se había acabado de instalar cuando entraron una madre con su parlanchina hija, rompiendo el silencio que también se había instalado con ella.
Cuando  la pequeña se sentó a su lado, regresó a su infancia, a los días que pasaba con su abuela. Rememorando esas historias de miedo que contaba su tía sentados alrededor de la mesa de camilla, cuando sus padres salían al cine.
 Recordaba como los domingos por la mañana, su abuela la bañaba en aquel enorme baño de zinc, el olor a limpio que desprendía el jabón verde y con qué ternura la secaba con aquellas toallas perfumadas por los jabones de lavanda. Esos que se ponían en los cajones de la cómoda dónde las guardaban. Catalina, su abuela, siempre olía a lavanda.
Se le vino a la memoria aquel domingo que la llevó a ver el tren, porque  no  lo conocía.
“Recorría la estación de la mano de mi abuela, siempre calentita, que agarraba la mía con fuerza, como si temiera perderme. Después de comprar los billetes, nos parábamos  un ratito en el andén para ver pasar los trenes. Si cierro los ojos puedo recordar la imagen; incluso  ese penetrante olor a carbonilla, que en los días de aire recorría la ciudad y se acababa impregnando en las sábanas blancas que mi madre tendía en la terraza.
Mi abuela dejó que me sentara al lado de la ventanilla, y mientras ella dormitaba, me  entretenía contando los postes de la luz, sentada en aquellos asientos  de escay verde”

Con el traqueteo del tren se fue quedando dormida, sólo el agudo sonido que emitía el silbato del jefe de estación la devolvió al viaje, a su vieja existencia, a sus desordenados pensamientos. El tren se había detenido frente al cartel que anunciaba la estación, pero su cansada vista desdibujaba borrosas las letras. No sabía dónde habían hecho la parada, ni tan siquiera el tiempo que había transcurrido en el trayecto.
Con un golpe seco se abrió la puerta del compartimento, entrando a tropel un adolescente impertinente que sin soltar palabra se arrellanó en uno de los asientos que quedaba libre. Con gesto adusto, de parecer enfadado con medio mundo, se enfrascó los auriculares y se aisló del otro medio.

“sonreía para mis adentros, yo también fui adolescente impertinente, también miré ofuscada al mundo, y encontré en esa etapa el amor de mi vida y con él mi primer desencuentro. Esfumándose de mis   sueños los cuentos de hadas y princesas, aprendí a poner los pies en la tierra para encontrarme con la tozuda realidad.”

A través del cristal desfilaban los postes de la luz que, para mitigar el aburrimiento, inútilmente intentaba contar perdiendo la cuenta antes de empezar; y entre bostezos, como ruido de fondo la banda sonora del rodar del tren, se quedó dormida de nuevo.

“Un sueño espeso a la vez que inquieto me invadió. Soñé que el tren iba a ninguna parte por unas vías que, como líneas paralelas, se extendían hasta el infinito.  Viajábamos sin conductor,  me quería bajar, pero el resto de los viajeros pasaban su tiempo ajenos como si tal cosa;  parecía ser la única que percibía esta situación. Y lo peor de todo es que parecía que no me veían,  ni me escuchaban,  que no existía para ellos.  Un sudor frio perló mi frente, de pronto sentí una presión en el brazo; la señora que estaba sentada frente a mí intentaba despertarme. Parca en palabras pero con voz amable me dijo –estaba usted atrapada en  una pesadilla.
Abrí los ojos y tuve la percepción de que el tren marchaba más rápido.
La señora que me despertó estaba sentada frente a mí, sonriente. Me fijé más detenidamente en ella; parecía aún joven pero la vida, a golpe de martillo, había cincelado imperceptibles cicatrices; sólo otra mujer que hubiera sufrido las mismas heridas se hubiera dado cuenta. Llevaba entre las manos una urna pequeña, al ver que yo  detenía la mirada sobre ella explicó –son las cenizas de mi Antonio, no soportaría la idea de estar separados.
Nunca había sentido la muerte tan cerca.
No recordaba cuando habíamos hecho la última parada, quizá porque estaba dormida. Un ligero hormigueo rondaba mi estómago, me miré la muñeca y en ese momento me percaté que había olvidado el reloj, asesino del tiempo, como a mí me gustaba llamarle, sobre todo en esos momentos que volaba esfumándose entre mis dedos. La señora que seguía sentada frente a mí con los restos de su difunto apuntó:
-Son ya más de las dos; va siendo hora de sacar el almuerzo. En ese momento también fui consciente de que lo había olvidado, que había emprendido el viaje ligero de equipaje; y tan ligera pensé para mis adentros
-Con las prisas olvidé de traer merienda –dije con poco convencimiento.
Dejó la urna en el asiento de al lado y con sumo cuidado extendió una servilleta sobre sus rodillas. Fue sacando todo tipo de  fiambreras con comida dispuesta a compartirlas conmigo.
Le sonreí, y a pesar de tener hambre apenas  comí un par de trocitos de queso y algo de pan, no quería abusar de su generosidad. Entre bocado y bocado fuimos desgranando retazos de nuestras paralelas vidas, marido, hijos, una vida cómoda hasta que con un quiebro del destino lo perdimos casi todo. A ella solo le quedaba una urna con las cenizas del que fue su compañero de viaje  y unos hijos al otro lado del océano que solo se acordaban de ella por navidad. A mí, ni tan siquiera eso, solo unos pensamientos desordenados y unos recuerdos que  iban desapareciendo de mi memoria por momentos.
Me recordó mi propia existencia con menos años vividos; yo tenía la vista más cansada y el cuerpo y el alma más envejecidos, pero en definitiva, no dejábamos de ser eslabones de la misma cadena. Me dio la sensación de que también viajaba a ninguna parte.
Un sol luminoso se acostaba sobre el horizonte exhalando una luz pastel, dibujando en el cielo las formas más caprichosas que se le antojaban; hasta dar los últimos coletazos y quedar en la penumbra. Una frágil luz daba un aspecto curioso a las siluetas, desdibujando lo que hacía  apenas un rato había coloreado el sol.
Mis pensamientos se volvieron más confusos y mis ideas se mezclaban unas con otras; y si antes me había resultado familiar la cara de esa mujer, ahora era una perfecta desconocida.
Noté que me movía, ¿Dónde estaba? Me miré las manos, no reconocía esos dedos curvados y viejos, esas manos cansadas. Miré por la ventana, la oscuridad enmarcaba todo el cristal. Se había hecho de noche.
Una nueva parada, debía ser una estación importante. Se formó un gran revuelo de gente, sombras que una luz marfil proyectaba deformadas sobre el suelo. Unos bajaban con sus equipajes, su viaje había terminado. Otros colocaban sus enseres en los huecos libres que quedaban en las estanterías que había sobre los asientos. Me pareció verla entre los recientes  viajeros del compartimento con un traje muy negro y una cara muy pálida. O tal vez fue otra ilusión que proyectó mi desordenado pensamiento.
En un instante de lucidez, descubrí que ya no se hallaba frente a mí la señora con la urna de su difunto esposo; no recordaba  su nombre, ni siquiera si nos despedimos, seguramente habría llegado a su destino.
Con el mismo traqueteo monocorde que me había acompañado todo el viaje me fui adentrando en mis pensamientos, cada vez más confusos, cada vez más desordenados, y con una sensación de vértigo que parecía que aceleraba más el tren. Aún así, me daba cuenta que a cada tramo que avanzábamos iba cambiando también el paisaje humano; gente que iba y venía, que entraba y salía de mi vida.
Tardé un buen rato en adaptar mis ojos a la penumbra que imperaba en el compartimento. Allí estaba, ocupando el asiento al lado de la puerta, con el traje muy negro, y la cara muy pálida. Me parecía mucho más anciana  y más vulnerable de lo que recordaba. Asía su bolso desconfiada,  con cara de pocos amigos se fue arrellanando en el asiento.
-¿Va muy lejos? –Me preguntó de repente.
Su pregunta me cogió por sorpresa y le respondí sin pensar la respuesta
–Hasta el final.
-Seremos compañeras de viaje –espetó de nuevo.
El corazón empezó a latirme con fuerza, notaba como me pulsaba en la sien y me inundaba la sensación de que ya había pasado por esa situación, sentí un frio que recorrió todo mi cuerpo.
No volvió a hablar durante largo rato; yo intentaba ordenar mis pensamientos, tarea inútil a esas alturas del viaje, pues vagaban por mi cabeza como caballos desbocados, pasando veloces como episodios sueltos de mi vida.
Me asusté al mirarla un instante y ver en sus ojos mi reflejo, ajada copia del original, mi pelo más blanco, mi sonrisa congelada y la mirada perdida Dios sabe dónde.”

El sonido del tren inundó la estación, un pitido agudo anunciaba su llegada, mientras los pasajeros iban recogiendo sus cosas, estirando las piernas y desperezándose disimuladamente.
-¡Hemos llegado a la última estación del trayecto! –avisaba el revisor en cada compartimento.
Los pasajeros ya estaban levantados cogiendo sus maletas. Tan solo una mujer permanecía inmóvil en su asiento, sí, la  mujer que  montó en aquella estación que siempre estaba cubierta por el intenso gris de la tristeza. El revisor se acercó a ella y tocándole el hombro con suavidad le comunicó que el tren ya había llegado; al ver que no se movía, volvió a tocarla. Esta vez lo hizo en la mano, helándose su rostro al comprobar que estaba fría y rígida. Con la mirada perdida entre el resto de los viajeros exclamó – ¡Hace rato que esta mujer llegó a la estación “Destino”!




 Texto:Pepa Cid

martes, 30 de septiembre de 2014

LA ÚLTIMA VUELTA DEL SCAIFE


LA ÚLTIMA VUELTA DEL SCAIFE


SINOPSIS

La última vuelta del scaife nos relata la dilatada y escabrosa vida de Josué, un judío que huye de Alemania a los diecinueve años, en los albores del nazismo, empujado por un amor imposible.
El protagonista nos narra su historia desde el ocaso de su aventura vital, cuando al fin alcanza la serenidad ansiada. Educado en un ambiente judío ortodoxo, necesitará una larga «travesía por el desierto» para comprender, a través de los dos grandes amigos que encuentra en el camino, que más allá de religiones y culturas existe un denominador común a todo ser humano: la capacidad de sobreponerse al instinto de supervivencia por el bien más preciado de la humanidad, el amor. Al igual que el scaife da vueltas incansable para convertir un diamante en bruto en una cegadora estrella, la vida girará alrededor de Josué durante casi un siglo, implicándolo en las situaciones más adversas e inesperadas, hasta hacerle comprender que en realidad su viaje no era una búsqueda, sino una huída de sí mismo. Nos encontramos ante una narración ágil y muy documentada.


NOVELA

El protagonista, un tipo común “Josue” judío ortodoxo alemán, con más defectos que virtudes, intenta encontrar su sitio en la vida; aunque a menudo tiene que limar muchas aristas para encajar en ella, al igual que el scaife va puliendo los diamantes para convertirlos  en joyas.
Así es el protagonista, un diamante en bruto. El amor de su vida “Abigail”l o empuja, aún sin querer, para que inicie un viaje físico que lo llevará a África; pero también iniciático. Para encontrarse a sí mismo y salir de su  mediocridad. Y es en ese largo camino donde encuentra a dos verdaderos amigos que marcarán su carácter para siempre.
Kuaima salido de la esclavitud, la vida ha sido terrible con él, pero a pesar de todo tenía muy claro las cosas que eran importantes en la vida: el amor a los suyos y la libertad. Libertad que le da el conocimiento. Josue encuentra en él una amistad sin ambajes, honesta y limpia.
Carlos, español que huye de una vida típica y acomodada, decidido a correr la aventura de su vida. Vitalista por naturaleza, amable es la guinda en la vida de Josue, capaz de sacarle una sonrisa hasta en las situaciones más adversas.
Tres caminos que se encuentran en una misma encrucijada…vivir.

La vida, los amigos, el amor…han ejercido de scaife puliéndolo. Pero el final…debeis leerlo amig@s.

OPINIÓN

Es una novela que te deja huella, aflora sentimientos encontrados, de prosa sencilla y reflexiva desde luego, no te deja indiferente...y como suele decirse...como muestra un botón...
"Durante largo rato nos quedamos paralizados, mirándonos. Estábamos seguros de habernos encontrado, pero no podíamos creérnoslo. Hicimos eterno aquel momento. Nuestras almas empezaron a hacer el amor y nosotros nos quedamos quietos, para no perturbarlas, no fuera que se rompiera la magia. Guardamos silencio absoluto. Dejamos largo rato conversar a nuestros corazones."

ELLA DICE DE ELLA




Nací en Granada, allá por los años sesenta, aunque resido en Málaga desde hace años. Estoy casada y tengo tres hijos. Estudié medicina en las facultades de Granada y Málaga, pero lo dejé para dedicarme de lleno a la pintura y a la literatura. Con varias exposiciones de pintura en mi haber, finalmente me decanté por la literatura, porque es la disciplina artística en la que más cómoda me siento y en la que mejor me expreso.
Tengo cuatro libros publicados con «Ediciones B» con su línea digital «B de Ebooks»: «El talento de Nano» (novela juvenil), «La última vuelta del scaife» (novela histórica), «Maldita» (novela trágico romántica ambientada en los años cincuenta) y «Pretérito imperfecto» (novela trágico romántica contemporánea).
Mi última obra, «El fotógrafo de paisajes» (novela de intriga) ha sido publicada por «Ediciones Click», el sello digital de «Planeta de los Libros».
En la actualidad mis cinco obras publicadas pueden encontrarse en todas las plataformas digitales y «Maldita» en papel con «Ediciones B» en todas las librerías.
Actualmente acaba de sacar Hijos de Atenea...y otra en proyecto...

 YO DIGO DE ELLA

Mujer sencilla, imaginativa, con soluciones originales, pero sobre todo...una gran persona

Y no quiero terminar sin agradecer a todos aquell@s que han hecho posible esta macrolectura colectiva.

jueves, 3 de julio de 2014

LA CLASE DE MÚSICA



¡Qué singular  edificio donde dábamos las clases de música! Ahora  sé que era un palacete del siglo dieciocho, “La casa de los Dávila” era como lo conocíamos; nombre que no llamaba para nada mi atención en aquella época.  Todo un lujo que en su tiempo no supimos valorar, y ahora, con la distancia de los años entiendo que fuimos unos privilegiados disfrutando de la música en sus salas. Conoció  buenos y no tan buenos tiempos. Calma y  bullicio, olvido y refugio de libros,  aula de música y museo, deseo este último de una pareja de enamorado del arte, aunque  no vivieron para conocerlo.  Su obra, que se quedó a vivir allí, los hizo inmortales…
…todo ocurrió aquella  tarde de invierno que ahora, como un resquicio  de la memoria se me viene al pensamiento…
 Oscuros nubarrones cubrieron el cielo, preludio de la tromba de agua que cayó instantes después.
La lluvia resbalaba por los cristales dejando a su paso caprichosas formas; y su continuo golpeteo, monótona letanía, que marcaba el compás de nuestros ensayos en aquella tarde de invierno.
La sala estaba helada, y al respirar describíamos un vaho parecido al humo del tabaco, acompañándolo  de gestos con los dedos como si  portáramos un cigarrillo de forma invisible, delatando que hacía más frio dentro de la casa que fuera.
Los personajes de los cuadros nos contemplaban con atenta mirada.   Sus rostros, capturados en algún instante del pasado, acudían como  espectadores mudos a nuestros ensayos.
Teníamos congelados los dedos, incapaces de sacar un  sencillo acorde al violín.
Era de esas tardes que daba la sensación que el edificio respiraba tus propios sentimientos, filtrándose por sus viejos muros lo que el tiempo escondió tras ellos.
El profesor de música, Pedro, se afanaba en corregirnos la postura, pero nuestros pequeños dedos, rígidos como témpanos no nos obedecían; sacando al instrumento macabros sonidos que desafinados desgarraban el aire. Cargando el ambiente y haciéndolo más espeso.
Se hizo un silencio inusual, cosa rara era, pues siempre sonaba una nota a destiempo.
Aún así hubo momentos en los que la melodía adquiría un tono tan triste que sin saber por qué, nos daba la sensación de que se nos abría un abismo en las entrañas. La melancolía se había acomodado en la sala.
Paramos para descansar y frotarnos un poco las manos. Teníamos la costumbre de hacerlo sentados cerca de la chimenea, aunque la sala era tan grande que el calor se perdía a poco que separabas las manos del fuego.
Dejó de llover; tímidamente un rayo de sol atravesó el cristal de la ventana, proyectando un haz de luz irisado sobre la mesa, y sobrepasándola terminó en el mástil del violín de Clara.
Reanudamos la clase, el profesor repartió nuevas partituras, ya nos adelantó que serían para el concierto de clausura del curso.
Al principio sonábamos totalmente desafinados hasta que el violín de Clara empezó a sonar con más nitidez y soltura por encima de los demás. El haz de luz provocado por el sol, ahora se iba extendiendo por la pared, como si una mano invisible, con pinceladas suaves lo proyectara sobre el muro, desgranando cada color en infinitos puntos que cuanto mejor sonaban los violines, mayor superficie de pared se iba cubriendo.
Los más pequeños parecían poseídos de una extraña pero renovada energía, y su segunda “voz” sonaba más limpia, con notas y acordes que no estaban en las partituras pero que formaban una sinfonía a la que nos fuimos sumando todos poco a poco. Incluso los locos pajarillos que se aventuraron a salir aquella tarde formaron parte de nuestra improvisada orquesta.
Momento mágico el que estábamos viviendo. La mejor interpretación de nuestra vida a pesar de que el único público presente eran  los rostros de los cuadros de la sala; y me aventuraría a decir que una sonrisa se dibujaba en sus caras.
El viejo reloj de pared marcó las seis, acompasando sus campanadas a tan hermosa melodía.
De pronto volvimos a sonar tan desainados como siempre; el sol desapareció de la ventana…la clase había terminado.


Pepa Cid

martes, 13 de mayo de 2014

EL NIÑO QUE QUISO LLAMARSE PAUL NEWMAN (RAFAEL R COSTA)


Sorprendente novela de Rafael R Costa. Es la primera  que leo de este escritor y con seguridad, no será la última. En una ocasión que participábamos en la misma conversación en el club de Mercedes Pinto me dijo “Pepa Cid” seguro que te gusta el libro…El niño que quiso llamarse Paul Newman…yo, tomé nota del título y lo puse en la lista (larga lista por cierto). Y no sé por qué apenas hace una semana, se me vino el título al pensamiento y lo compré en amazón. Una vez que empecé a leerlo, cazada entre sus redes no fue posible dejarlo; me enganchó de principio a fin.
El protagonista de la novela “Paul Newman” cuenta en dos tiempos, en su niñez y en la actualidad, los derroteros de su vida, sus fantasmas, sus deseos, sus sueños, sus derrotas…
Paul Newman que así se llama a sí mismo ya que nadie le puso nombre, recobra su infancia y sus recuerdos más tiernos  pero también los más duros de su existencia en la pantalla del ordenador, en la que a menudo se refugia escribiendo, borrando y reescribiendo el archivo de su memoria cuando no soporta los envistes que le da la vida. Historias de desencuentros con él mismo y con los que ama, que desgrana con una ternura que no quiere reconocerse. Ahogándola a menudo en su compañero fiel, su vaso de wisky.
Con una prosa fluida, no dejan de sorprenderme los distintos quiebros que va dando la novela haciéndola original y muy dinámica con situaciones inesperadas.
Muy recomendable.

Pepa Cid


jueves, 1 de mayo de 2014

EL TALENTO DE NANO (MERCEDES PINTO MALDONADO)

EL TALENTO DE NANO (MERCEDES PINTO MALDONADO)

Si tuviera que  definir los sentimientos que me inspira la novela con pocas palabras, escogería la ternura y la inocencia.
De prosa sencilla, sus personajes nos van desgranando sus sueños, sus desvelos y hasta el “malo” no lo es tanto.
Resalta la fuerza de voluntad, que la perseverancia siempre tiene su recompensa, la satisfacción por el trabajo bien realizado; el valor de la amistad, incluso los primeros escarceos amorosos desde el color de la inocencia.
Nano es un chaval tímido y no es capaz de decir más de dos palabras juntas salvo si es para hablar con su perro, posee todo un universo que no deja salir de su habitación, sólo se le cuela en sus relatos que nunca le da tiempo a terminar en la clase de lengua. Hasta que un día su profesor le da la oportunidad de acabarlo en casa…a partir de ese momento, todo dará un gran giro.
No sé si es porque el ambiente en el que se desarrolla la novela me resulta tan familiar que en más de una ocasión me he creado mi particular Nano.
Podría pecar de encasillarla en literatura juvenil, pero sabéis que no me gustan las etiquetas. Si no la habéis leído aún…a que esperáis?
                                
Pepa Cid.


lunes, 10 de febrero de 2014

LÁGRIMAS DE TEQUILA


Lágrimas de tequila…restos de naufragios en tierra adentro…jirones desgarrados de piel. El lado amigo y amargo de la vida, narrado con una prosa fresca, sutil, sensible y realista; con una pizca de humor  que lo convierte en una historia tan cercana , diciendo tanto con tan pocas palabras. Describiendo con sencillez los sentimientos pero llegándote al corazón.

Lágrimas de tequila un libro de relatos muy recomendable para leerlo poquito a poco…o de golpe, tomándote cada “chupito” con calma, saboreándolo para vivir con los personajes situaciones tan reales como las de tu propia vida, sintiendo como ellos … metiéndote en su piel… amando…odiando…olvidando….


Pepa Cid

martes, 4 de febrero de 2014

MALDITA....MERCEDES PINTO MALDONADO


Maldita es una historia de amor con mayúsculas. Traiciones, pasiones, rencores, amores…todos tejidos con aguja maestra conviven en el mismo espacio, dónde la vida y la muerte viajan en la misma línea.

El orgullo de un apellido arruina muchas vidas; celos y dudas cavarán la tumba de Diego del Valle, ignorando la inocencia, la belleza y la dulzura de Lucía, Maldita para él desde el mismo momento que empieza a crecer en el vientre de su madre.

Maldita…Lucía crece a sus espaldas recluida en un universo muy particular. Solo el miedo le impide dar un salto al exterior y la música será el cordón umbilical que la mantiene unida al mundo de los cuerdos.

La novela te cautiva desde el primer momento, te adentras en sus entrañas y vas perdiendo la noción del tiempo y después de sufrir, llorar, sonreir, odiar y amar con sus protagonistas llegas sin darte cuenta al final. Y piensas…¿Ya se acabo?


Pepa cid

viernes, 31 de enero de 2014

LA ESTRELLA DE MAR...CUENTO SUFÍ




Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar; una enorme playa virgen donde tenía una casita donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro. Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida.
Una mañana mientras paseaba a orillas del océano vio a lo lejos una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar.
El hombre le preguntó al joven que estaba haciendo. Este le contestó; "recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar; la marea ha bajado demasiado y muchas morirán".
Dijo entonces el escritor." Pero esto que haces no tiene sentido, primero es su destino, morirán y serán alimento para otros animales y además hay miles de estrellas en esta playa, nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas".
El joven miró fijamente al escritor, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó " para ésta... sí tiene sentido".
El escritor se marchó un tanto desconcertado, no podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien, soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas. A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas.


















jueves, 30 de enero de 2014

30 ENERO CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA








Hoy 30 de enero, un año más, celebramos en la escuela el día de la paz y la no violencia.
Convencidos de que podemos cambiar  el mundo y hacer de él un lugar donde vivir mejor, queremos llevar nuestros mensajes de paz  por tierra, mar o aire…a todos los rincones  de la tierra.

No queremos que  sea  el  objetivos  de un  solo  día; la paz se construye  a diario y nos proponemos como meta,  convivir en paz y sin violencia el resto  del año; y no es tarea fácil.

La paz no es sólo ausencia de guerras, ya lo hemos dicho en otras ocasiones. Y siguiendo el lema que nos une este año  somos mensajeros de la paz, eslabones libres de la misma cadena. Cadena que transporta un mensaje de esperanza y que se hace más fuerte y más sólida cuanto más larga es.

Por  Aire tierra y mar, nuestro deseo de paz va recorriendo los caminos. Decía la madre Teresa de Calcuta que la ruta más rápida es el camino correcto, la cosa más fácil equivocarse; pero no por ello debemos abandonar. Hay que perseverar, y entre todos seremos capaces de construir  un mundo mejor.

No está en nuestras manos mover una montaña, ni detener la lluvia, ni tan siquiera parar una guerra. Pero sí en las batallas que libramos a diario en nuestras casas, en la calle, en la escuela, con los amigos. Y combatir con paz, sin violencia, pues la violencia solo genera más violencia.
La paz es poderosa paloma mensajera , incansable viajera , solitaria en muchos viajes.

Intentemos ser mejores, la dificultad está en comenzar, en decidirnos a hacerlo; pero una acción sencilla está a nuestro alcance…en vez de reñir…jugar juntos…en vez de protestar colaborar.

Pongamos un poco de paz en lo cotidiano….y será el comienzo de una nueva era.

Texto y fotos: Pepa Cid